
Un testimonio de pasión, sacrificio y gratitud: la vida de Ángel Pérez de Inestrosa en el corazón del balonmano
Desde sus comienzos en las pistas escolares de Ciudad Real, la vida de Ángel Pérez de Inestrosa ha estado intrínsecamente ligada al balonmano. Una una trayectoria marcada por el compromiso, el esfuerzo constante y una ambición inquebrantable que lo ha llevado a pisar los pabellones más prestigiosos de Europa. Más allá de los logros deportivos, su historia es un reflejo de la profunda conexión con sus raíces, el invaluable apoyo de su familia y la lealtad incondicional de su afición, elementos que han definido cada etapa de su excepcional carrera.
Los inicios y un debut de Gigantes
Ángel Pérez de Inestrosa, una figura emblemática del balonmano de Ciudad Real, ha forjado su pasión desde la infancia en el colegio Marianistas, cuna de muchos talentos.
Él mismo recuerda que en Marianistas, el balonmano era «el deporte rey», con equipos campeones de España que se practicaba «muchísimo». Con apenas cinco o seis añitos, “la pasión ya estaba ahí. Me llamaba muchísimo la atención, iba a verlo y me emocionaba». En esa época, «se jugaba en el Puerta de Santa María, e iba con mis padres a verlos cada fin de semana”.
Inspirado por el auge del Caserío Vigón y el Balonmano Ciudad Real en su niñez, rápidamente se integró en la transición de Marianistas al BM Ciudad Real, viviendo la emoción de vestir la camiseta de los «mayores».

Su debut en la Liga Asobal con solo 18 años fue un hito. Ya llevaba tiempo entrenando con el primer equipo del Balonmano Ciudad Real, uno de los clubes más importantes de Europa, jugando algún partido amistoso, y haciendo carrera con ese gigante. Aquel día, en un recién estrenado Quijote Arena, un gesto icónico de Juan de Dios Román le anunció que jugaría contra Cangas. A pesar de fallar un penalti inicial, la victoria holgada de su equipo y la emoción de jugar ante su ciudad natal transformaron ese momento en un recuerdo imborrable. Una ciudad que vivió ese día el estreno de dos gigantes.
Pérez de Inestrosa recuerda ese debut en 2004, un miércoles contra Cangas, donde Juan de Dios Román le hizo un gesto con la mirada que le hizo entender que jugaría ese día. Pese a los nervios, salió a la pista y falló un penalti nada más salir, pero jugar ante un equipo «que jugaba Europa» y no era «moco de pavo» fue significativo. Ver a tanta gente, a su familia y amigos, presenciar a «un chaval jugando con ese gigante», fue el principio de una carrera que 20 años después sigue en pie.
La Búsqueda de Crecimiento y las Experiencias Internacionales Clave
Consciente de la necesidad de acumular minutos y crecer como jugador, Ángel Pérez tomó la difícil pero acertada decisión de dejar el BM Ciudad Real. Tras breves pasos por Pozoblanco, se unió al Grupo Lábaro en Toledo donde conoció a Sergio Bebeshko, y donde vivió cinco exitosas temporadas, incluyendo un ascenso a Asobal. Toledo fue como «una segunda casa» para él, pero los «problemas económicos» de la «burbuja inmobiliaria» obligaron a un nuevo cambio.
La crisis económica lo llevó a Cuenca, un «trampolín» donde su carrera «explotó» con más de 150 goles en su primer año. Su ambición lo impulsó a Zaragoza, donde debutó en competición europea. Sin embargo, los problemas financieros lo hicieron regresar a Ciudad Real, una decisión que lo catapultó a una nueva aventura internacional.
La oportunidad internacional se materializó inesperadamente en la Navidad de 2013, cuando se unió al Motor Zaporozhye en Ucrania, por iniciativa del entrenador ya conocido, Bebeshko. El equipo que ya jugaba en Champions League, vence al poderoso Veszprém, lo que le permite meterse con el club ucraniano en octavos, y enfrentarse contra un poderoso Kiel alemán. Toda una experiencia europea.

Los entrenamientos extremos, la barrera del idioma (ruso) y la mentalidad «dura» del equipo forjaron el carácter de Ángel Pérez de Inestrosa, obligándolo a adaptarse a un entorno desafiante. Además, el contexto de los comienzos de la guerra de Crimea no hacía que la situación pareciera mejor. Se encontró con «menos 15 o menos 20 grados de temperatura» y «entrenamientos… de estilo militar».
El equipo tenía «gente dura, con mentalidad dura, con mentalidad muy prorusa». Tuvo que «empezar a aprender cirílico, aprender un poquito de ruso… y empezar a poder hablar con la gente». Esta etapa le hizo «volver también hasta frío, hasta duro en lo personal», y le enseñó que «pase lo que me pase, enseguida… que no se acaba el mundo».
Después de un año transformador en Ucrania, Ángel experimentó un notable contraste en Holanda, donde pasó cinco meses en el Volendam. Esta etapa, más relajada y acogedora, le permitió disfrutar del balonmano en un ambiente amistoso y recuperar energías tras la intensidad vivida en Ucrania.
Esta etapa en Holanda marcaría su vida para siempre. Un amor que acabaría en familia, y amigos que se convertirían en piezas esenciales del puzle de la vida de este campeón. Esta oportunidad en Holanda llegó gracias a un amigo, Matías Bing, y le permitió «disfrutar un poco» después de la dureza de Ucrania. Fue allí donde empezó a «conocer a su actual mujer», y es por eso que tiene tanto cariño a Holanda, ya que su relación «empezó en Holanda». Varios holandeses incluso fueron a su boda.
El Regreso a Casa y la Consolidación de un Sueño Inagotable
Tras los meses en Holanda, fichó por el BM Anaitasuna, donde, a pesar de la distancia, Inestrosa encontró la calidez de su idioma y su gente. Sin embargo, el contraste con la exigencia de los entrenamientos europeos era notable, lo que lo llevó a complementar sus sesiones por su cuenta.
Después de Puerto Sagunto, un problema con un fichaje en Suecia lo dejó «colgado ese verano», casi llevándolo a plantearse el retiro. Su regreso a Cuenca fue con la «confianza de que algún día volveré». Decidió no ir a Israel después de Antequera, ya que su mujer estaba embarazada de su segundo hijo y optaron por la comodidad de estar «a dos horas y media de coche».

Finalmente, su vuelta a Ciudad Real para unirse al Balonmano Caserío no fue un retiro, como hablaban algunas malas lenguas, sino un nuevo comienzo. Con 36 años y una vasta experiencia, llegó al club con una mentalidad ambiciosa, sumando su experiencia al equipo tras su reciente ascenso a División de Honor Plata y persiguiendo con ahínco el sueño de Asobal, que finalmente se hizo realidad.
Él ya tenía un «lazo» con el Caserío y había estado entrenando ocasionalmente con ellos en temporadas anteriores. Tras el ascenso del Caserío a Plata, sintió que «era el momento y el sitio adecuado». El primer año en Plata, el equipo se metió «entre los ocho primeros de la liga sin sufrir apenas».
El sueño de Asobal se hizo realidad con el equipo jugando en casa, venciendo a buenos equipos dignos de Asobal, y llenando el Quijote Arena con más de 2000 personas por partido. A pesar de los «palos importantes» como perder en Sevilla, la unión del grupo y la ilusión por el ascenso fueron clave.
Ángel, con la ilusión de un niño y la ambición intacta, sigue soñando con grandes logros junto al Caserío en el Quijote Arena, demostrando que la pasión y el trabajo no tienen edad.
El baluarte: La familia
Detrás de cada jugador hay una vida entera que late al margen de la pista. En el caso de Ángel Pérez de Inestrosa, esa vida está hoy marcada por una familia que ha sido motor, refugio y aliento constante. “El mayor tiene cinco años y no me deja de hablar de balonmano, quiere ir a jugar todo el día. Vivió la fase de ascenso y se ha quedado marcadísimo”. Ahora mismo es “el mayor forofo”, y verlo así, con esa pasión inocente, le llena de ilusión.
“Antes de tener hijos decía, ‘a ver si tengo alguno que le guste al menos la mitad que a mí’, y lo he conseguido”. Su hija pequeña, aún muy pequeña, también muestra curiosidad: “Aquí tenemos materia prima para chicos y chicas”, dice entre risas.

Y detrás de ellos, sosteniéndolo todo, está ella: su compañera de vida, su compañera de carrera. “Seguramente el día que me retire le pediré perdón por tanto traslado, y las gracias, porque ha estado dispuesta a todo: a irse a Holanda, a Suecia, a Israel estando embarazada, y ha dejado su trabajo por mí”.
Pérez de Inestrosa a describe con una mezcla de admiración y gratitud infinita. “A ella le debo todo. Siempre me ha dicho: ‘Primero cumple tu sueño de jugar al balonmano, sin fecha de caducidad, y luego ya nos dedicamos a lo nuestro’”. Ha sido pilar en los momentos difíciles, la que ha sostenido el peso emocional que deja cada derrota, cada mal partido, cada frustración.
“Todas las esposas de los jugadores lo viven. Son ellas las que nos aguantan cuando llegamos a casa cabreados, cuando jugamos mal. Y la que se lo come todo es ella”. Ahora, con los niños, el hogar tiene otra energía, pero sabe que el esfuerzo de su pareja ha sido silencioso y enorme. “Seguramente no tenga días suficientes en mi vida para agradecerle todo”.
Es un mensaje íntimo, pero necesario: el de quienes están siempre, aunque no salgan en las fotos ni marquen goles. Y en este caso, el de una familia que no solo acompaña, sino que cree, sueña y vive el balonmano con él.
La familia amarilla
El ascenso a Asobal trajo consigo una alegría inmensa, pero también una carga emocional fuerte, la de representar a toda una ciudad volcada con el equipo. El equipo está ya en más de 1500 socios, más del doble que el año pasado. Ángel es consciente de lo que eso significa. El Quijote Arena, uno de los pabellones más grandes de la liga, no es solo un escenario: es un símbolo del compromiso social que rodea al Caserío. “Esto es como un bebé, como dice Santi. Hay que cuidarlo”.

Desde el vestuario, esa presión se nota, pero no se sufre: se transforma en motivación. “Es que a nosotros, más que pesarnos, nos motiva. Este grupo lo vive así, y yo lo veo desde dentro”.
La derrota en Sevilla fue uno de los momentos más duros. “El palo de perder en Sevilla, parecía que se nos iba la fase de ascenso, que la gente se desilusionaba un poquito, ¿no? Eso a nosotros nos dolió muchísimo”.
La responsabilidad se siente más aún después de una temporada en la que todo el mundo los señalaba como favoritos, con nombres como Marcos Fiz, Álex Díaz o Romanillos reforzando un equipo ya potente. “Es que si el equipo se ha mejorado, nosotros no podíamos hacerlo peor en ese sentido deportivamente dentro de la de la pista”.

Y, sin embargo, la respuesta de la afición fue desbordante: “Aplaudiéndonos entre lágrimas. Yo he estado en sitios donde eso se paga con pitos. Aquí fue todo lo contrario”. Ese apoyo incondicional marcó al equipo. “Nos daban las gracias, nos abrazaban. Joder, nos daba más pena todavía”.
Esa conexión, ese calor humano, ha hecho que el grupo no sienta vértigo ante el reto de Asobal, sino hambre. “Yo conozco a este grupo desde dentro, desde el vestuario. Conozco a José Andrés, conozco a todos estos que están dentro. Y creo que no es algo que se nos dé la vuelta, no es algo que nos presione, sino que nos motiva más, nos motiva mucho más.” Y como dice Ángel, lo más bonito de todo es que “cuando te falla la pelota, no te falla la gente”.
Un momento que marca una vida
El momento actual del Caserío es especial, pero también lo es el camino personal recorrido por Ángel hasta llegar aquí. Al mirar atrás, reconoce lo que significa haber llegado a este punto y recuerda uno de los momentos más importantes para él: “Un momentazo actual es, sin duda alguna, la final de la fase de ascenso. La final con 5000 personas. Cómo fue el partido en general, tanto personal como colectivo. Es que llevo un mes sin poder descansar ni de verlo, ni de recordarlo, ni de la gente recordándomelo allá donde voy. Yo creo que me voy de vacaciones a la playa y me voy a encontrar camisetas amarillas del Caserío”.

El recuerdo está en todas partes: “Voy a cualquier lado por Ciudad Real y veo en la piscina, en todos los sitios, camisetas amarillas. Niños que juegan en su casa, que me lo dicen los padres: ‘Soy Ángel Pérez, soy Romanillos, soy Marcos Fiz, soy José Andrés’… así lo veo todos los días desde ese momento, desde ese fin de semana”.
En contraste, cuando se le pide que escoja un momentazo pasado, no lo duda demasiado, aunque reconoce que no es fácil: “Pues quizás, jugar en Kiel, en Alemania, en unos octavos de final de Champions. Jugar en un pabellón como Sparkassen Arena, de 10 u 11.000 personas, lleno… Fuera, en un pabellón de Bundesliga”.
También hay espacio para las despedidas. Varias piezas clave del vestuario se marchan, y Ángel lo tiene muy presente. “Nada, muchísimas gracias por todo. Se nos van grandísimos deportistas, pero sobre todo enormes personas. Con algunos solo hemos estado un añito, como Marcos, Álex, etcétera, y con otros, bueno, como Santi Canepa, Augusto y Campa, pues yo he tenido la suerte de poder coincidir con ellos tres años”.

Su mensaje es sincero y cargado de respeto: “Agradecerles todo, todo, todo lo que han hecho por el club. A los que han estado menos tiempo o lo han estado más, el esfuerzo que han hecho durante estas temporadas, algunos sabiendo que se iban, sabiendo que tenían ya equipos ya para la temporada que viene… han hecho un esfuerzo tremendo hasta el último día. Y gracias a ellos, en grandísima parte, pues todos vamos a poder disfrutar de la máxima categoría del balonmano español en la próxima temporada”.
Con la mirada ya puesta en el futuro, también tuvo palabras para quienes llegarán al vestuario esta temporada. “Nada, aquí los esperamos con muchísimas ganas de conocerlos a todos. Bueno, prácticamente nos conocemos, si no es de haber coincidido o haber jugado en contra. Ya poco a poco irán conociendo lo que es el grupo, la forma que tenemos dentro, de hacer las cosas. Esperamos que aporten todo lo mejor, que por algo están aquí, ¿no? Por algo deportivamente se han sumado a este proyecto de Asobal. Y que se unan con esta familia, de ciudad, de afición y de equipo, y a disfrutar de la temporada todos juntos”.
Y, si el repaso a su trayectoria termina, lo hace como mejor podría hacerlo: Con gratitud. “Lo que tengo es solo agradecimiento. El que tengo que estar agradecido… soy yo. A la vida, por haberme dejado vivir, tanto en lo personal como en lo deportivo, haberme dejado vivir del balonmano toda la vida”.

No solo por la carrera profesional, sino por lo que ha generado alrededor: “Haber podido conocer a muchísima gente, amigos, amigos que luego han estado en mi vida, que sigo hablando con ellos, que han estado en mi boda, que me han dado un regalo para mis hijos. El haber podido hacer todo eso. Al final, el que tengo que estar agradecido con la vida y con el balonmano, pues soy yo”.